3.10.13

Megamix cotidiano




“Hasta el moño de ser superwoman” fue un libro que leí en torno al año 1989 quizá ya  esté descatalogado. Escrito por la periodista francesa Michéle Fitoussi, expone en forma de parodia lo que viene a ser la vida de una de nosotras. Esas que hemos cambiado la escoba por la aspiradora para volar por las noches, las que queremos estar en todas partes como diosas, las que tenemos que dar la talla en todo y demostrar lo eficaces y eficientes que somos. Parapetadas tras una mesa de despacho pensamos en la lista de la compra, o en que el niño ha quedado con fiebre. Buenas madres, amigas, esposas y amantes.

Recuerdo el toque de humor con el que la autora hablaba de la vida afectiva sexual de la superwoman para llegar a ocurrentes conclusiones, por ejemplo que se pasa la vida corriendo de un lado para otro y no tiene un amante, no porque tenga un alto sentido de la moral sino porque quiere evitarse otra maratón.

Decía el ilustre psicólogo canario Manuel Alemán, ya difunto, que jamás había usado agenda ya que las cosas importantes no se le olvidaban, y las que olvidaba es porque no eran lo suficientemente importantes.

Apoyándome en él, durante mucho tiempo he intentado no tirar de la agenda. En realidad me ha salvado mi prodigiosa memoria, lo mejor que he logrado preservar al paso de los años.

No obstante, hay un megamix de ideas, tareas y ocupaciones varias me han apabullado de tal manera que hoy he terminado por organizar las tardes de la  semana a golpe de bolígrafo en una agenda nuevecita. El lunes tocaba ir a la compañía eléctrica, que me está estafando con la factura de la luz, el martes llevar a mi hijo al radiólogo, miércoles ponencia en la universidad ante un grupo de estudiantes de magisterio, jueves visita a mi madre anciana que se alegra de verme, aunque apenas logre articular palabra. El colofón del viernes es el temido dentista.

He comenzado bien la semana. Logré descansar sábado y domingo entre el supermercado, la plancha y la cocina. Estuve unas horas con la gordita de un mes que me ha robado el corazón. Una niña preciosa  que me recuerda a mis propios bebés, esta vez sin los temores de entonces. Ser abuela es un sentimiento muy especial…

Desde que he puesto los pies en el suelo, a las 6.45 de la mañana, parezco una máquina realizar tareas en tiempo record. He prendido la cafetera, me he dirigido a la ducha, luego he despertado a mi hijo y le he alcanzado el desayuno. Mientras tanto, redacto una nota para el profesor de Educación Física. Al chiquillo le duele la espalda desde hace dos días. Le explico el problema y le pido comprensión.

Luego hago el recorrido hasta el colegio. Por el camino recojo a un compañero y a Guaipuro, el niñito francés de cuatro años que vive en un barquito en el puerto con sus papis y que hemos escolarizado recientemente.  Me recibe con cara de alegría y me da un beso inmenso en mi mejilla al tiempo que me abraza. Consciente de que le entiendo poco, hace esfuerzos por traducir sus palabras y me hace gestos explicativos. Por suerte para él, mi joven colega habla francés fluido.

Una vez en el trabajo, comparto el tiempo entre las clases, las tareas burocráticas -siempre hay plazos a punto de vencer- atender a la trabajadora social del distrito, recibir al señor de la editorial que trae nuevos títulos para la biblioteca, terminar de preparar con la compañera Ana la intervención del miércoles ante los alumnos de la universidad, reunirme con el equipo docente para abordar la problemática del alumnado de mi tutoría, que parece presentarse algo disruptivo, llamar a cuatro madres y padres de alumnos para coordinar estrategias …

¡Ufffff! No sé bien como he logrado sobrevivir a la jornada. Pero he salido del colegio unas siete horas más tarde, sana y salva, aunque agotada.

No he ido a la compañía eléctrica, así que desde el primer día la agenda no ha servido para mucho. Mi amiga Guille estaba con un ataque de asma y  hemos ido a urgencias. Lo primero es lo primero.

Mi nota al profesor de Educación Física ha debido ser mal interpretada, ya que en consecuencia de no hacer actividad física,  ha puesto al chico una montaña de tarea por escrito para entregar en diez días, y lo ha firmado. Me suena a desafío, aunque quizá no lo sea.

Hace calor y estoy sudando a mares. Hace días que no limpio la casa con un poco de rigor, hay desorden y una pequeña montaña de ropa sucia. No he resuelto lo del almuerzo de mañana.  Miro la semana, la agenda, y todo lo que me gustaría realmente hacer si fuera la dueña de mi propia vida. Creo que me podría desenmarañar un poco.

Anoche,  estaba punto de dormirme cuando entró un mensaje de mi hijo mayor, al que había prometido llevar temprano a su trabajo, pese a que él insistía en que podía tomar un taxi. ¿Pero como una típica madre gallina va a permitir que el pollito gaste un pico de su sueldo en un taxi? ¿Y si luego resulta que no pasa ningún taxi a esa hora de la madrugada?

Me lleva un colega  al final, gracias igualmente. Buenas noches mamá, te quiero. Eres la mejor.

Y mirándolo desde otra óptica, es un privilegio poder hablar desde la experiencia a casi trescientos futuros docentes el próximo miércoles en la universidad, es un regalo de la vida hacer un trabajo que me fascina y además que me paguen por ello, los abrazos de los niños cada mañana, son capaces de derribar cualquier barrera; cocinar mi propia comida y disponer de mi propio espacio me aporta ciertas dosis de seguridad. Ganarme la vida desde siempre, me ha permitido ser independiente.

No importa que algún profesor parezca un poco intolerante, mi hijo acude feliz al instituto y por primera vez en su historia escolar se entusiasma con las matemáticas que han dejado de ser una pesada losa. Todo gracias a la profesora que ha logrado darle sentido práctico a tanta abstracción. Yo me perdí con sus tareas desde el segundo día entre medianas, medias, modas y varianzas.

Y mis afectos, los que forman parte de mi  gran familia afectiva, son incalculables. No habría caja de seguridad de ningún banco que pudiera guardar semejante tesoro.

¿La  vida es un carnaval, o tendrá razón Lennon y es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes? 

Fotografía: Kristhóval Tacoronte

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