14.7.12

CIUDADANA DEL MUNDO







Ayer me sentía propietaria del planeta, aglutinadora de pensamientos, portadora de sueños.

Tras un más que merecido descanso, he recuperado por fin la capacidad de dormir. Hace unos días que mi reloj biológico no me alerta cada dos horas en mitad de la noche.

Puedo escribir lo que pienso, decir lo que siento, pensar por mí misma, hacer realidad algunos de mis deseos.

Hijos… mis queridos y adorados hijos, me hacen sentir madre de todos los niños del mundo. Reparto abrazos a granel, no cuestan nada, son gratis. Nadie puede prohibirme ese disfrute, cuando llego a la escuela, y se me tiran a los brazos de esa forma espontánea que tan bien manejan los niños.

La incertidumbre acecha tras la puerta. Los coyotes del poder nos quieren negar el derecho a vivir en paz. Debe ser por puras ansias de dominio. El excedente ya está todo en sus manos. Pan y circo, aunque cada vez más circo y menos pan.

No me rindo, simplemente porque no he entrado en ninguna guerra. Pienso seguir siendo todo lo feliz que pueda. El horizonte me pertenece, cada vez que lo guardo en mi retina. Pero todo lo que disfruto me gusta compartirlo, o el placer jamás será pleno.

Cuando hicimos en dos días las visitas a sendos consulados,  uno de mis hijos ahora además de español, es belga. Mientras que el otro ha pasado a ser también argentino, desde ayer precisamente. Caigo en la cuenta de tengo en casa los genes de muchos, muchos ancestros desconocidos. Por alguna razón me han elegido como madre. Precisamente aquí, en este rinconcito privilegiado del planeta donde todos somos bienvenidos y de ninguna parte.

En este lugar mágico, rodeada de mar y playas, tenemos una peculiar historia. Nos sentimos orgullosos de ser quienes somos. Pese a que  durante mucho tiempo nos han ocultado la verdad.

Me gusta sentir cada mañana, cuando miro el mar, que entre mis genes están ellos, los aborígenes, que libres como el viento lucharon cuanto pudieron contra el sometimiento de convertirse en esclavos. Por otro lado, están los aventureros, los se que adentraron en este lugar, sin saber bien donde se encontraba, quedando alguno quizá atrapado por un  amor fugaz, de camino en la ruta al Nuevo Mundo. 

Todo ello ha configurado mi carácter, mi acento, mi propia manera de ver la vida. Por eso, precisamente por todo eso me siento ciudadana del mundo.

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