8.12.12

EL ALMA ERRANTE






Me he tropezado con vos sin querer, sin ni siquiera buscarte. Es más, aún cuando tampoco tenía la certeza de que existías en algún recóndito lugar de este mundo, He abierto mis sentidos a lo inesperado, dispuesta a que el sueño no me venza. Ha llegado el absoluto silencio de la calle. No hay ruidos, ni voces… todo en calma.

 Me refugio tras el parapeto del ordenador, pensando en no salir para nada del presente. Eludiendo los abordajes nocturnos de aquellos que creen que la noche es territorio para los que buscan sexo virtual, fácil y aséptico. Descubrí que los insomnes a veces buscan solo eso: sexo o plática. Yo simplemente estoy, deshilvanando sorpresas, descubriendo el mundo de la no presencia. Pensando en si en algún recóndito lugar de mi memoria queda algo por desentrañar que aún no capto. Sintiendo historias paralelas también extraviadas. Caminado en busca de lo desconocido.

Fue así como tropecé con tu imagen inédita que casi viene a ser la mía. “Tengo un relato para tu foto de perfil”. Eso fue lo primero que pensé. No, en realidad lo primero de todo que pensé fue que vos había robado con nocturnidad y alevosía mi propia imagen. En mi cabeza no entraba que en tu casa estaba una réplica del mortero de mi historia. Cuando tras la sorpresa me calmo para ver, compruebo que es una especie de alma gemela. Pero no es el mismo.

Así fue como te encontré sin buscarte. Las almas de mi mortero tiraron de mí, me hicieron un guiño, me vinieron a pedir que no les olvidara. No quería quedarse para siempre en un  texto a medias perdido en la nada. Me empujaron suavecito hacia tu imagen… un impacto me desveló de golpe. He  dejado abierta la página, dudando si sería lícito, copiar  tu foto. Luego he ido a encaramarme en una silla. He cogido mi preciado mortero entre las manos. Pesa cuatro Kilos, pero no lo recordaba. Le he colocado en el centro de la mesa y entonces he hecho la foto. La he colgado junto a la tuya. Una al ladito de la otra, con el fin de que vos no vayas a pensar que yo estoy loca.

Entonces ha sido cuando he recordado la confrontación entre mi papá con la tía Marcela, en pugna para defender el honor de sus respectivas madres. Cada uno decía ser -y por separado lo eran-  fruto del legítimo matrimonio de mi abuelo.

Y algo parecido me ha ocurrido tras el impacto… comprobar que mi mortero no es el único. Es uno más de una serie. No se ven los desconches en el fondo. Su rotura, dejaría al descubierto que tiene un dolor que sí es exclusivo.

Me giro hacia tus datos de perfil, para constatar  que vives en Buenos Aires. La tierra mítica de la que escuchaba hablar en mi niñez, la devoradora de  gente. Buenos Aires era la meca de mis sueños infantiles, donde debería ir algún día para tropezarme con mis parientes perdidos, y así poder por fin ponerles cara y conocer sus voces.

Hoy he escuchado la tuya, y siento que ya tengo claro como pudo ser la de mi abuelo. Pareces un hombre clamo y cansado. Sereno y triste. Una y otra vez se repiten las similitudes.

Una voz suavecita me pide que no ceda a mi cansancio, que no tire la toalla. Me solicita que escriba la historia que nuestros morteros conocen. La que cuentan y la que aún mantienen en secreto. Los secretos son una pesada carga. Ella necesita que yo lea su pensamiento, y luego quedará tranquila para siempre a través de mi propia tranquilidad.



2 comentarios:

  1. Encarna tu relato es como un hada, como aquel que viaja sin ser visto, pero que alguien conoce, siempre hacen falta dos, no importa la naturaleza, la vida se encarga de darle vida y forma, besos fmp.

    ResponderEliminar
  2. Desde que nuestros morteros se encontraron, como una energía mágica se puso en movimiento. He tropezado no solo contigo, también con mi familia de Argentina... ha sido maravilloso escuchar la voz de mis primas y reconocer los genes que compartimos en nuestras caritas. Muchas preguntas hallaron sus repuestas, algunos secretos han dejado de serlo. Hermosa experiencia

    ResponderEliminar