
Te he imaginado como
una mujer valiente y generosa. Capaz de querer sin límites, sin pasar factura,
sin pedir nada a cambio. Debes ser una de esas mujeres que atraen a los
hombres, pero con la que nunca se comprometen. En realidad -permíteme que me
incluya en el grupo- nosotras les damos un poco de miedo. Lo mismo que les
incita a buscarnos es lo que les hace temer.
Probablemente sea ancestral en la
cultura. Desde que aquellas mujeres sumisas y complacientes buscaban un marido
para casarse, un hombre que cargara con ellas, renunciando a ser ellas mismas,
hasta ahora, en que peleamos como buenamente podemos para ocupar nuestro sitio; algunas cosas han cambiado. Pero no tantas, como habrás comprobado por ti
misma. Ellos no dejan de sentirse más seguros con mujeres que les garantizan
que se quedarán para siempre, no importa lo que ocurra. Romper uno de esos
compromisos consolidados es algo que ni se plantean.
Finalmente, nosotras nos movemos por el
corazón. Los sentimientos nos pueden. Afortunadamente. En realidad, aunque
nunca te lo dijera, él te quería y admiraba. Era feliz contigo. En todos los
sentidos era feliz. Pero... pretender
que rompiera su orden por ti, era otro cantar. En realidad no lo iba a romper
por nadie. De haberlo hecho –de haber apostado por una relación gratificante
contigo- habría servido para
beneficiarse a sí mismo, pero no estaba en condiciones de darse ese permiso.
Así fue como te perdió.
Se le ilumina la cara
cuando habla de ti y te recuerda. En realidad no sabe muy bien qué es lo que
pasó. Yo puedo entenderlo, aunque no estuviera allí entonces, porque soy mujer.
Por eso he decidido escribirte, y expresarte mi aprecio. Mi solidaridad
femenina, más allá de toda la opresión que durante siglos nos ha mantenido
separadas y divididas, compitiendo por las migajas, en lugar de apostar por una
vida sin límites para nosotras.
Sin duda él es un
hombre especial y merece la pena. Lástima que por entonces no estuviera
dispuesto a jugársela contigo. Pero pudiste sentir que con él eras tú misma,
que tu piel y la suya podían por momentos, llegar a ser una. Sentiste que
te comprendía, que te apreciaba y valoraba, hasta el punto en que optaste por
aceptar sus reglas del juego. Tenerle por horas y ser feliz a tope en ese
tiempo. Él se dejó querer.
Sobrevivía a cuanto acontecía en su vida paralela,
porque contaba contigo, y pese a que tú de vez en cuando entrabas en conflicto
y le plateabas la ruptura, sabía que más tarde a más temprano todo volvería a
ser igual. Te tenía, estabas tú. Disfrutaba de ti. No tenía que desempeñar
ningún papel.
Su compañera oficial de
fin de semana representaba ese orden ficticio que muchas personas buscan, ante
el temor al posible desorden que podía encontrar junto a alguien que se
pareciera a ti. Y tú fingías no pensar en ella, pero lo hacías. Estoy segura de
que lo hacías. Pensaste en ella durante años y aceptaste ese primer papel de
ser la otra, en una difícil definición de si en realidad eras la amiga, la
amante o la compañera....
Los fines de semana
eran inmensos y eternos. Tenías claro que con él no podías contar en esos
momentos. Paradójicamente, cuando más urgencia tenías de poder estar con
él, era cuando menos le tenías. Pero ni un solo reproche salió de tu boca. Así que
él, habitualmente tan dado a culparse por todo, no tenía conciencia de no haber
actuado correctamente con respecto a ti.
Te dejaba claro que no
iba a romper su compromiso, aunque con
los hechos estaba contigo en cuerpo y alma. Sentía contigo, compartía contigo y
era él mismo contigo. Te guiaste por ese lenguaje más allá de las palabras que
tan bien debes manejar, y apostaste sin límites ni condiciones.
Pero la sorpresa que te esperaba aquel
domingo en la playa, con eso sí que no contabas. Verle paseando por la orilla
con ella, era previsible. Pero el evidente embarazo de varios meses... eso sí
que no te lo imaginabas.
Tampoco esta vez fuiste a reprochar nada.
Simplemente le dijiste que hasta aquí. Que eso era mucho más de lo que podías
soportar. De esa manera le ahorraste el tener que darte explicaciones. Se lo
pusiste fácil una vez más.
No he dejado de pensar
en lo mal que te pudiste sentir en aquel momento, en el que una jarra de agua
helada te cae por encima, sorpresivamente. Estoy segura de que estuviste
llorando, sintiéndote estafada, por más que el implícito acuerdo te dejara sin
derecho a hacerlo. Pero un a cosa era lo que sospechabas y no querías ni
pensar, y otra lo que tu alma sentía. Eso... era simplemente desgarrador para
ti.
Pero ahora, que los años han pasado y se puede
ver todo con un poco más de objetividad, quiero decirte que tu honestidad no tiene límites. Nunca se te
habría ocurrido recurrir a un embarazo si contar con él, por más que quizá te habría gustado la
idea de compartir esa experiencia.
Y con el paso de los
años también se ha comprobado que todo se coloca en su sitio. Ya ves... su
historia de seguridad se terminó por las propias contradicciones que encerraba,
y tú no te alegraste por ello. Supiste
permanecer cerca, pero con tus propias condiciones. Aprendiste la lección.
Estoy segura que habrás encontrado al hombre que te mereces y que apuesta por
ti sin tener que negarte. Aprendiste a disfrutar de todas las palabras de amor
calladas en este tiempo, a ser única y
especial para alguien desde la serenidad de no vivir el sobresalto de la duda.
Quiero decirte que él
es mejor persona por todo lo que compartió contigo. Que más de una vez le
salvaste del abismo, ocurrió cada vez que pudiste creer en él y ver toda su
belleza de alma y cuerpo. Eso te ha dado un lugar eterno en su memoria.
De cuanto creció
mientras compartió esos años contigo -robados a la oficialidad- ha venido a resultar el hombre maduro que es hoy y que yo encontré varios años más tarde, desde aquel día de tu cara
estupefacta en la playa.
Solo sentí respeto al
oír como te recordaba, y también una inmensa ternura, una especie de afecto
solidario. Puedo ponerme en tu lugar y entender lo que sentiste. Una lágrimas se deslizaban por mi cara,
posiblemente por mi propia pena ocurrida en otras circunstancias y que yo traje
al presente al oír hablar de ti.
Aunque nunca te lo
dijera, no dudes de él que te quiso y aún te quiere. Una mujer como tú
permanece para siempre en la memoria del hombre que haya tenido el privilegio
de ser amado por ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario