HISTORIA AJENAS
De momento podía ver el mar como paisaje de fondo.
Eso, porque la prevista torre de hormigón aún no se había levantado desafiante,
para recordarme que cada vez estaba más lejos de la añorada naturaleza, que
poco a poco sucumbía bajo el asfalto y el plástico.
Miraba a lo lejos el mar, al
mismo tiempo que no dejaba de preguntarme como, sin casi darme cuenta, había
llegado a este espacio concreto. Pensaba en ellos, en todos ellos, juntos y por
separado, admitiendo finalmente que había escrito mi paso por la vida junto con
ellos, lejos de mi. Pensando en ellos, existiendo por ellos. Sintiendo a través
de ellos. Llorando por ellos, o con ellos... lo mismo daba. Lejos de mí todo el
tiempo. Me había mantenido tan alejada de mi misma, como esfuerzos hacía para
estar cerca de ellos. Ellos, se habían convertido para mí en una adicción.
El caso es que no había logrado
ser feliz. Eso es lo que había ocurrido. Tantos esfuerzos para buscar la
felicidad, para finalmente acabar por admitir que no había logrado encontrarla.
Quizá tenía mis días contados,
como el paisaje desde mi ventana. Todo era cuestión de disfrutar el momento –me
decía-. Pero después de tanto entrenamiento en vivir hacia fuera, yo no sabía
qué era eso exactamente. No sabía qué hacer con tantas historias en mi memoria.
Historias de otros, que me habían sido confiadas en un momento de sinceridad,
de necesidad de compartir. Historias peculiares, que había llegado a confundir
con las mías, haciéndolas mías incluso. Amores, desamores, abandonos, penas,
tristezas, alegrías... todas las que me habían sido confiadas, las guardaba
celosamente en mi memoria, esperando que ésta no me fallara para que finalmente
no sucumbieran.
Pero mientras miraba desde la
ventana y pensaba en lo efímero, ideé el inmortalizar las historias,
relatándolas desde donde mi memoria había logrado deformarlas a mi antojo. En
definitiva, si lograba escribirlas, nunca se perderían, serían mías a partir de
ahora, compartiendo una parte de alma de quien me la confió, dado que nunca se
me dijo que fuera un secreto. Es más, creo que cuando me contaron sus
historias, ellos y ellas deseaban que nunca se perdieran definitivamente.
No se bien donde termina la
realidad y empieza la ficción. Pero es así como las recuerdo, como las he incorporado
en mi pensamiento...
Todos tenemos nuestros días contados desde el mismo instante en que nacemos, sólo que no nos percatamos de ello hasta que la vida ya ha avanzado tanto que ya nos quedan menos por delante que los que hemos gastado por detrás. Es entonces, quizás, cuando comprendemos que lo único importante es precisamente lo único que no hemos hecho: tratar de ser felices en vez de vivir casi exclusivamente para los demás.
ResponderEliminarExcelente reflexión y mejor relato, Encarna. Bienvenida a la Blogsfera.
Un abrazo.
Qué alegría siento al encontrar tu blog, tu espacio virtual, mi querida Encarna.
ResponderEliminarEs una buena mañana, por esto, porque el sol le intenta ganar al frío y porque los buenos amigos siempre nos volvemos a reencontrar.
Un fuertísimo abrazo.
Gracias amigos, por estar presentes en mi vida, por alentar mi aventura y por acogerme en su particular cosmos. Un abrazo
ResponderEliminar